30/11/09

BODAS DE SANGRE


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ESENCIAS




BODAS DE SANGRE

AUTOR: Federico García Lorca
DIRECCIÓN: José Carlos Plaza
INTÉRPRETES: Carlos Álvarez-Nóvoa, Israel Frías, Carmen León, Noemí Martínez, Paca Ojea, Luis Rallo, Olga Rodríguez, Consuelo Trujillo, Diana Wrana
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Paco Leal, José Carlos Plaza
DISEÑO DE VESTUARIO: Pedro Moreno
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Paco Leal
MÚSICA ORIGINAL y DIRECCIÓN MUSICAL: Mariano Díaz
COREOGRAFÍA: Cristina Hoyos
PRODUCCIÓN: CAT, CDN
AFORO: Tres cuartas partes
DURACIÓN: 1h 50 min, sin descanso
LUGAR: Teatro María Guerrero, Madrid, 19 de noviembre de 2009, 20:30.

A poco que se lea a Lorca, se sabe que proyecta su yo personal (frustraciones, miedos, angustias, deseos…) en su obra literaria y que todo aquello sobre lo que teorizó fue porque le inquietaba como escritor. Así, se puede decir que si Lorca escribía sobre Góngora es porque quería ser como Góngora y que si escribió una conferencia como “Teoría y juego del duende” -en la que establecía paralelismos entre la cultura andaluza y la clásica griega- no fue solo porque le interesara hacer comprensible qué es eso del duende y diferenciarlo de la musa y el ángel; ni porque quisiera solo ensalzar las artes del toreo y el flamenco, como espacios donde el duende se manifiesta más habitualmente. Fue porque para él la teoría es un campo de pruebas para su literatura. Y que Yerma, Romancero Gitano, Poema del cante jondo, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Bodas de sangre… no vienen de la nada.
Perdón por el comienzo academicista y pedante pero me parece fundamental regresar a la esencia de la obra para entender esta crítica. Lorca, en su dualidad de tradición-vanguardia, creía firmemente que había conexiones entre el pueblo andaluz y el griego como fuerzas colectivas con voz propia que actúan como un actante justiciero sobre el individuo. Ese vínculo fue lo que hizo creer a Lorca que era posible rescatar el género trágico y crear una tragedia de las de verdad con su coro, su luna, sus símbolos premonitorios, sus fuerzas incontrolables, sus muertes avisadas desde la primera escena pero que no las vea el espectador… vamos, lo que es una tragedia pero en Andalucía, con su tierra, su duende, su pena honda, sus nanas, sus caballos garañones, su ruralismo, su calor asfixiante, sus bailes y cantos flamencos… vamos, su esencia andaluza. Y esta obra rezuma andalucismo jondo por los cuatro costados.
Ahora, obviar esa esencia de la obra para su puesta en escena no sé si es un error o no. Sí, sé que es un planteamiento arriesgado el centrarse en el aspecto trágico que puede convertirse en un éxito, fracaso o en un montaje frustrado e indiferente.
Este montaje de Plaza quería potenciar la esencia trágica de la obra, de ahí el cromatismo de la puesta en escena y la ausencia de atrezzo, y expresó externamente el andalucismo al mantener el acento de los actores, oriundos de esta región. Tuvo destellos brillantes con los bailes y cantos de la boda y la creación de ese ambiente, pero eso se lo debemos agradecer a la coreógrafa, Cristina Hoyos, quien protagonizó el mejor montaje hecho hasta ahora de Bodas de sangre: la coreografía creada por Antonio Gades.
Como consecuencia de este planteamiento, el coro de leñadores aparecía como símbolo funesto en la primera escena, aunque costaba entenderlo; había movimientos forzados, imposturas, ausencia de entrañas e impulsos, falta de hondura. La intensidad interpretativa y la presencia escénica de Consuelo Trujillo como Madre y de Paca Ojea como Mendiga deslucían, respectivamente, por la falta de acompañamiento de los otros protagonistas y por el despiste creado con el baile aéreo de la Luna, que era muy bonito con su canción en off cantada por Ana Belén, pero para un espectáculo de inauguración de capitalidad cultural o de Festival de las Artes.
Ya no sé si a la propuesta escénica, a la dirección de actores o a la calidad de los mismos se debe la descompensación y la falta de comunicación entre los actantes del conflicto. Leonardo, iracundo, descontrolado de fuerza; Novia, pusilánime, externa. No saltaron chispas más que en la escena de la discusión, luego no se vio ni deseo, ni miradas, ni las oscuras fuerzas internas descontroladas de las que ella habla en su parlamento final.
Una lástima.

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