12/11/09

La casa de Bernarda Alba




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LA CASA DE BERNARDA ALBA

AUTOR: Federico García Lorca
DIRECCIÓN: Lluís Pascual
INTÉRPRETES: Nuria Espert, Teresa Lozano, Rosa Vila, Marta Marco, Nora Navas, Rebeca Valls, Almudena Lomba, Rosa María Sardá, Tilda Espulga, Marta Martorell, Montse Morillo, Bàrbara Mestanza
ESCENOGRAFÍA: Paco Azorín
DISEÑO DE SONIDO: Roc Mateu
MÚSICA: Joseph M. Arrizabalaga
ILUMINACIÓN: María Domènech
VESTUARIO: Isidre Punés
AFORO: Completo
DURACIÓN: 1h 40 min. sin descanso
LUGAR: Naves del Español, Matadero de Madrid, Madrid, 21 de octubre de 2009, 20:30.



Siempre me ha llamado la atención que se utilice el apellido para referirse a un hombre. Y más todavía que se utilice el artículo delante del nombre o del apellido para una mujer. Quizá les pueda servir a los sociolingüistas el dato de que en teatro se suele utilizar el artículo delante del apellido de una actriz con una personalidad llamativa e interpretaciones que quedarán para el recuerdo. La Xirgu, la Bardem, la Portillo están ya ahí. Sin duda alguna, Nuria Espert y Rosá María Sardá formaban parte de ese reducido grupo desde hace tiempo, pero lo que está claro es que las interpretaciones de Bernarda y Poncia en este montaje tendrán un hueco especial en la laudatio de sus cualidades interpretativas y una mención aparte cuando se recuerden sus grandes intervenciones.
Hemos visto una nueva dimensión de una Bernarda con destellos de ser humano, alejada de la visión de Bernarda como un personaje exclusivamente autoritario y represor. Con su edad y condiciones físicas, la Espert optó por imponer su autoridad a través de las miradas. El personaje de Poncia, interpretado por la Sardá, está llena de matices expresivos, mide los tiempos de la obra y no se sobrepasa ni un milímetro en los momentos que relaja la tensión con su vis cómica. Verlas a las dos, mano a mano, era una delicia.
Aparte de méritos propios, ambas deberán agradecérselo a su director, Lluís Pascual, que las ha dirigido con delicadeza, precisión y mesura. El montaje es un reflejo claro de una lectura interpretativa hecha con mucho sentido común, criterio teatral, coherencia, estética y solidez. Lluís Pascual no necesita hacer interpretaciones extravagantes ni surrealistas del texto porque sabe que todo está en él. Si Lorca asegura que es un documental, el director nos hace sentir voyeurs dentro de la casa con una nueva disposición escénica, con el público en dos de las cuatro paredes; si un personaje asegura que parece que el caballo garañón va a tirar las paredes, el público tiene la sensación de que el teatro se va a caer encima cuando cocea; si Adela pregunta a su madre el porqué del uso de “Santa Bárbara bendita…”, es porque hemos sentido previamente la cercanía de una tormenta que, además, se aprovecha para crear el ambiente de tensión a punto de estallar del tercer acto; si en la acotación marca doscientas mujeres, un grupo de treinta mujeres acude al velatorio y son aprovechadas para hacer de coro y cambiar escenario entre los actos; si en el texto María Josefa habla a un cordero, el personaje lleva uno en brazos que, para gozo del público, bala casi coordinado con la actriz.
¿Pegas? Claro, detalles nimios. Algunos movimientos falseados de algunas hijas, de Bernarda (que se perdona por su edad y por su gran interpretación), alguna interpretación que sentí como externa como la de Adela… Solo una pega y no es mía, me la dijeron: las mujeres del pueblo no cantan tan bien como estas.

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