TEMPESTAD, primer round
AUTOR: William Shakespeare
DIRECCIÓN, ADAPTACIÓN y ESCENOGRAFÍA: Sergio Peris-Mencheta
TRADUCCIÓN: Manual A. Conejero.
ILUMINACIÓN: Manuel Fuster
ESPACIO SONORO: Dudu Ruiz y Joe Alonso
MÚSICA ORIGINAL: Dudu Ruiz y Antonio Galeano.
TRABAJO DE CUERPO: Diana Bernedo
AYUDANTE DE DIRECCIÓN Y PERCUSIÓN: Pepe Lorente.
AUDIOVISUALES: Joe Alonso
PRODUCCIÓN: El Barco Pirata
REPARTO: Víctor Duplá, Quique Fernández, Antonio Galeano, Pepe Lorente, Xavier Murúa, Agustín Sasián, Eduardo Ruiz, Javier Tolosa
¿No os ha pasado que justo cuando estáis a punto, a punto, a punto de tener un orgasmo y un agente externo os estropea el momento (llamada, mensaje y mucho etc no nombrables aquí), el orgasmo se evapora dejándoos muy, muy calientes y con una sensación de frustración? Pues eso fue la representación de Tempestad: un orgasmo interrumpido por una tormenta que amenazaba desde el comienzo y que hizo acto de presencia cuando solo quedaba un cuarto de la función. Toma ironía dramática: una representación de la Tempestad de Shakespeare suspendida por una tormenta. Y además, una visita para nada bienvenida ni por los actores, que no pararon hasta que no se lo dijeron por megafonía; ni por los espectadores, que no buscamos refugio hasta que estábamos bien empapados. Y es que con esa comunión entre escena y espectadores no había ganas de parar: una atmósfera mágica muy propia de la obra se había creado.
Mi entusiasmo con esta obra radica en que la puesta en escena tiene una estilo con el que me siento muy identificada: un toque bandarra pero desde una seriedad en el trabajo, donde prima el juego teatral –no en vano es una propuesta metateatral– la imaginación, un trabajo actoral potente, en el que, además hay un apuesta encomiable sobre el aspecto físico y un tratamiento estético exquisito. Eso unido al juego metateatral se propone antes del comienzo de la función e implica lúdicamente al público quien percibe cómo los actores se lo están pasando chachi y él también se lo pasa, pues como que me enamoro un poquito.
Y como los orgasmos no hay que dejarlos a medias, repito en las Naves del Matadero en breve: espero que los efectos especiales no se les vayan de las manos esta vez y que pueda repaladear a placer el Calibán de Javier Tolosa, la múltiples posibilidades de la escalera, la arena y el cubo… en fin, el golferío descarado de la puesta en escena.
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