CLASICORROS PRE-CLÁSICOS (segunda entrega)
AUTOR: Juan del Enzina
DIRECCIÓN y VERSIÓN: Catalina García García-Herreros
ARQUITECTURA ESCÉNICA: Catalina García García-Herreros
ILUMINACIÓN, ESPACIO SONORO: Catalina García García-Herreros
MOVIMIENTO ESCÉNICO: Catalina García García-Herreros
MÚSICA: Suso González
ESCENOGRAFÍA, UTILERÍA Y VESTUARIO: Teatro Lunático
PRODUCCIÓN: Teatro Lunático y Electra Teatro Universitario.
REPARTO: Pablo Coca, Julia Falero, Catalina García, Elizabeth Jeffrey, Roy Páramo, Erika Rodríguez, Miguel Tomé, Laura Oliete Juan Córdoba, Cristina del Castillo
DATOS DE LA FUNCIÓN: Biblioteca Torrente Ballester (Salamanca), 7 de junio de 2012
El esfuerzo de que un grupo de actores no profesionales lleven a buen puerto un texto del siglo XVI es casi hercúleo. No todo el mundo se atreve y, ojo, no todo el mundo tiene la ambición como la del grupo universitario Teatro Lunático, el cual, desde sus inicios, apuesta siempre por propuestas arriesgadas bien sea mediante la producción de textos propios o, como en este caso, con la puesta en escena de “autores difíciles”: no pretenden, por lo tanto, la risa fácil sino que buscan vivir la experiencia del teatro y su belleza, aunque en ocasiones, la intención sea tan excesiva que convierta el montaje en demasiado intenso.
Además de motivaciones y retos artísticos, la propuesta de Égloga de Plácida y Vitoriano parte de una doble celebración bella y casual: los quinientos años de la obra y la reinaguración del teatro salmantino que lleva el nombre de su autor: el Juan del Enzina.
Decía que el coraje era fuerte. La realización interpretativa, su trabajo: impresionante. Los actores, todos ellos aficionados, no solo decían bien el texto sino que lo respiraban como ya les gustaría a unas cuantas compañías. Cuando den el pasito de jugar con el texto, perderle un poquito el respeto y dotarlo con un abanico de intenciones que están ahí, habrán logrado superarse y dar un pasito más que les distinga de otros grupos.
Hay momentos de gran belleza y delicadeza, una estética muy pensada, sobre todo con la escenografía, aunque a veces, tanto barroquismo podría asfixiar al propio montaje o despistar al espectador, que en general pensó que la escena “homenaje” a Romeo y Julieta era el final porque así parecía planteado, cuando no era así. Supongo que esto se solucionará cuando modulen los tempos de la obra, tomen la mesura como bandera e introduzcan más pluralidad de visiones.