EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
AUTOR: William Shakespeare
DIRECCIÓN Y VERSIÓN: Helena Pimenta
INTÉRPRETES: José Tomé, Montse Díez, Celia Pérez, Jorge Muñoz, Jorge Lasanta, Ione Irazábal
ESCENOGRAFÍA: José Tomé
INCIDENCIAS: Patio del Colegio Fonseca, aire libre. Breve apagón de luces en el primer tercio de la representación. Aforo completo.
LUGAR: Noches del Fonseca, Salamanca. 24 de julio de 2009, 23:00.
En la cultura medieval se creía que el tres era un número que simboliza el movimiento continuo y la perfección. Tres niveles de acción plantea Shakespeare en esta comedia: los jóvenes atenienses, los cómicos, los habitantes del bosque. Tres formas de expresión escénica para cada nivel: teatro, clown, danza. Amor/desamor, humor, magia. Cada uno de los seis actores (otro número con implicaciones mágicas) interpreta tres papeles. Cada una de las tres actrices se identifica por un color primario: rojo, amarillo y azul. Tres paneles dobles conforman la escenografía. Y como el número tres, este montaje simboliza el movimiento continuo y la perfección: nunca había visto un Sueño tan bueno como este, no hay mejor versión española del Sueño.
UR Teatro repone este espectáculo por segunda vez (la primera en 1998) después de su primer estreno en 1993, premio Nacional de Teatro, y demuestra que su versión de hace 16 años está tan viva y fresca como entonces. El Sueño de una noche de verano supuso para la compañía la confirmación de un estilo inconfundible de hacer teatro: rítmico, ágil, comunicativo, limpio de movimientos, egos actorales menguados para potenciar el trabajo en grupo, con gran capacidad de evocación y cuya una de sus máximas es “menos es más”.
Helena Pimenta dirige con contundencia, conoce la esencia teatral y del teatro de Shakespeare, poda el texto, lo transforma, lo actualiza con un criterio muy claro y convincente. El montaje conjuga perfectamente los vibrantes momentos de poesía escénica, de plasticidad, con el choteo de los cómicos y su Píramo y Tisbe para lo que se vale de un diseño escenográfico (José Tomé) que es una gozada: la escenografía, el vestuario, el uso del espacio y la música caminan juntos para formar un todo con gran personalidad que parece que se distancia en ocasiones del texto original (¡pobres puristas!), lo traiciona para darse la vuelta y descubrir lo que de buen teatro tiene y lo cercano que está a la esencia shakesperiana.
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