EL CUADRO DE MI AMIGO SERGIO
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ARTE
AUTOR: Yasmina Reza
DIRECCIÓN: Eduardo Recabarren
VERSIÓN: Fernando Masllorens y Federico González del Pino
INTÉRPRETES: Alex O’Dogherty, Iñaki Miramón, José Luis García-Pérez
ESCENOGRAFÍA: Ana Garay
PRODUCCIÓN: Carlos J. Larrañaga y Marisa Pino
AFORO: Casi completo.
DURACIÓN: 1h 40 min. sin descanso
LUGAR: Teatro Liceo, Salamanca. 4 de septiembre de 2009, 21:00.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”, “Hipógrifo violento…”, “En un lugar de…”, “Cuán gritan esos malditos…”, “Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro”… Hay obras que se reconocen nada más escuchar su comienzo, como si en la primera frase se creara un clima mágico, de comunión con el lector o espectador que conoce la obra y sonríe expectante, inquieto al escuchar o leer su primera frase. Algunos, además, son auténticas declaraciones de intenciones literarias o muestran el desencadenante de los conflictos de la pieza. Sin duda alguna, la relación de amistad (y su deterioro) entre tres hombres acomodados y la concepción mercantilista del arte son los conflictos básicos que se presentan en la primera línea de la obra y sobre los que gira la exitosa y mil veces repuesta pieza de Yasmina Reza, Arte (1994).
Otro fenómeno que ocurre con las obras de teatro por todos conocidas ya sean “clásicos clásicos” o “clásicos (post)modernos” –que dirían los intelectuales– es que uno corre sus riesgos al montarla, sobre todo, si estamos hablando de teatro universitario, aficionado o algunos grupos de trabajo profesional. Eso lo he visto con Don Juan Tenorio, El método Grönholm, La casa de Bernarda Alba y unas cuantas más. El resultado varía según los casos: unas veces el texto te asfixia y le pesa al público, otras el texto se convierte en una sólida piedra sobre la que apoyarse. Arte parece ser de los segundos, un texto fresco que funciona escénicamente y que alegra siempre el oído del espectador. Es una gozada. Otra cosa es que el montaje, ya sea por responsabilidad del director, de los actores o de la premura de la producción, haya sabido aprovechar todos los matices y posibilidades del texto. Creo que esto es lo que le pasa a este montaje: que está muy bien, que te ríes, que disfrutas, pero que notas que hay algo que no funciona, que podían haber llegado mucho más lejos, que se han quedado a las puertas de algo que tiene posibilidades de ser genial pero que dista de serlo. Y el ejemplo más claro es lo sucedido con el famoso monólogo de Iván: Yasmina Reza insertó ese monólogo en la obra porque se dio cuenta de que el personaje de Iván era el que menos texto tenía y, curiosamente, ha sido la parte de la pieza que más se ha aplaudido, un texto con un ritmo vertiginoso y envolvente, magnífico, con un mutis al final para que el actor respire y para que el público aplauda, de esos de los de siempre. Sin embargo, en esta puesta en escena, después de que el actor Alex O’Dogherty interpretara más que dignamente su monólogo, el público, que parecía que sí respondía, no se lanzó al aplauso.
Una de mis obras favoritas. Llegar a lo más grande en el teatro partiendo desde lo más "simple".
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