PUF
EL MAL DE LA JUVENTUD
AUTOR: Ferdinand Bruckner
DIRECCIÓN: Andrés Lima.
TRADUCCIÓN: Miguel Sáenz
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Beatriz San Juan
ILUMINACIÓN: Valentín Álvarez y Pedro Yagüe
MÚSICA: Miguel Malla
PROFESOR DE BAILE: Tony Escartín
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: Marta Luján
PRODUCCIÓN: Teatro de la Abadía.
REPARTO: Marta Aledo, Jesús Barranco, Irene Escolar, Sandra Ferrús, Iván Hermes, Aitor Merino, Amanda Recacha.
AFORO: Casi completo.
LUGAR: Teatro de la Abadía, Madrid, 11 de noviembre de 2010, 20:30
Increíble. No me lo puedo creer.
Que no me creo que esta obra fuera dirigida por el mismo director de El fin de los sueños, de La boda de Alejandro y Ana, de Hamelin, como Marat-Sade, de Urtain… ¡¡¡DE URTAIN!!!!
Vale. Yo ya tenía clarito que Andrés Lima funciona mejor con textos hechos para la ocasión y que Tito Andrónico, Argelino y alguna más que se me escapa –Marat-Sade me encantó aunque reconozco algunos ajustes innecesarios en su adaptación- no estaban mal pero podían haber estado mejor. Pero ¿qué ha pasado? ¿Ya está todo amigos? No. Y me niego a creer que uno de los mejores directores de España -talentoso, efectivo, imaginativo, gran gestor de recursos humanos, valiente…- haya parido semejante hijo.
Cuando dos de los actores se pusieron a ladrar y hacer el perrito por el escenario, empecé a sufrir por la futura espectadora non nata que tenía a mi lado. Y me niego a pensar que esto vuelva a pasar. Prefiero engañarme y asegurar tres veces en alto que ha sido un despiste y que volverá a montar obras geniales, que conectarán con el espectador y le/me marcarán como hasta ahora. Y me agarro al hecho de que durante el exceso de manos que sobraban por todas partes, el abuso de tetas por el escenario, los gritos de los actores y el relleno de los bailes había fugaces instantes de lucidez y belleza escénica, que los actores eran jóvenes y estaban verdes y no eran sus habituales.
Y tuve suerte. Al menos estaba a la izquierda y eso me daba el privilegio de ver la obra sin que ningún actor me diera la espalda, como les pasó a los compañeros del lado derecho por la forma de la escenografía de Beatriz San Juan, ingeniosa en su planteamiento.
Oh, y por cierto, bonitos vestidos y bonitas luces. Fríos y breves aplausos. No se cumplió el lema de la Abadía.
DIRECCIÓN: Andrés Lima.
TRADUCCIÓN: Miguel Sáenz
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Beatriz San Juan
ILUMINACIÓN: Valentín Álvarez y Pedro Yagüe
MÚSICA: Miguel Malla
PROFESOR DE BAILE: Tony Escartín
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: Marta Luján
PRODUCCIÓN: Teatro de la Abadía.
REPARTO: Marta Aledo, Jesús Barranco, Irene Escolar, Sandra Ferrús, Iván Hermes, Aitor Merino, Amanda Recacha.
AFORO: Casi completo.
LUGAR: Teatro de la Abadía, Madrid, 11 de noviembre de 2010, 20:30
Increíble. No me lo puedo creer.
Que no me creo que esta obra fuera dirigida por el mismo director de El fin de los sueños, de La boda de Alejandro y Ana, de Hamelin, como Marat-Sade, de Urtain… ¡¡¡DE URTAIN!!!!
Vale. Yo ya tenía clarito que Andrés Lima funciona mejor con textos hechos para la ocasión y que Tito Andrónico, Argelino y alguna más que se me escapa –Marat-Sade me encantó aunque reconozco algunos ajustes innecesarios en su adaptación- no estaban mal pero podían haber estado mejor. Pero ¿qué ha pasado? ¿Ya está todo amigos? No. Y me niego a creer que uno de los mejores directores de España -talentoso, efectivo, imaginativo, gran gestor de recursos humanos, valiente…- haya parido semejante hijo.
Cuando dos de los actores se pusieron a ladrar y hacer el perrito por el escenario, empecé a sufrir por la futura espectadora non nata que tenía a mi lado. Y me niego a pensar que esto vuelva a pasar. Prefiero engañarme y asegurar tres veces en alto que ha sido un despiste y que volverá a montar obras geniales, que conectarán con el espectador y le/me marcarán como hasta ahora. Y me agarro al hecho de que durante el exceso de manos que sobraban por todas partes, el abuso de tetas por el escenario, los gritos de los actores y el relleno de los bailes había fugaces instantes de lucidez y belleza escénica, que los actores eran jóvenes y estaban verdes y no eran sus habituales.
Y tuve suerte. Al menos estaba a la izquierda y eso me daba el privilegio de ver la obra sin que ningún actor me diera la espalda, como les pasó a los compañeros del lado derecho por la forma de la escenografía de Beatriz San Juan, ingeniosa en su planteamiento.
Oh, y por cierto, bonitos vestidos y bonitas luces. Fríos y breves aplausos. No se cumplió el lema de la Abadía.
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