14/12/10

EL ALCALDE DE ZALAMEA


PORQUE AMORES QUE MATAN...




EL ALCALDE DE ZALAMEA
AUTOR: Pedro Calderón de la Barca
VERSIÓN, DIRECCIÓN Y ESPACIO SONORO: Eduardo Vasco
ASESOR DE VERSO: Vicente Fuentes
ILUMINACIÓN: Miguel Ángel Camacho
SELECCIÓN DE VESTUARIO: Lorenzo Caprile
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
REPARTO: David Lorente, Diego Toucedo, David Lázaro, Pepa Pedroche, Ernesto Arias, Pedro Almagro, Miguel Cubero, Alejandro Saa, Joaquín Notario, David Boceta, EvaRufo, Isabel Rodes, José Luis Santos, Alberto Gómez, José Juan Rodríguez, Eduardo Aguirre de Cárcer, Alba Fresno
PRODUCCIÓN: CNTC
AFORO: Completo
DURACIÓN: 1h 55 min, sin descanso
LUGAR: Teatro Pavón. Madrid, 20 de octubre de 2010.


En menos de un mes me enamoré teatralmente tres veces. Era el año 2000 y por ser una fecha tan redonda siempre he creído que no me volverá a pasar, al menos tres veces en un mismo mes. En mi sobredosis de Cupido de entonces mediaron tres actores de los que todavía sigo enamorada y tres obras: una representación de El fin de los sueños de Animalario y una lectura dramatizada de El alcalde de Zalamea en el aula-teatro Juan del Enzina más el estreno de Don Juan Tenorio en el Calderón de Valladolid, dirigido, curiosamente, por Eduardo Vasco.
Desde entonces no me ha vuelto a dar tan fuerte, aunque, esporádicamente, vuelvo a tener reflejos de amor verdadero. Parece ser que con la oportunidad de volver a disfrutar de un texto tan, tan bien escrito como El alcalde de Zalamea he vuelto a caer en amor, que dirían los ingleses. Más puro y menos físico que el de aquel noviembre, desde luego. Al parecer, Calderón y Vasco son capaces de producir y removerme sentimientos. Y supongo que algo habrá tenido que ver que el verso dejaba de ser un posible obstáculo para volverse diáfano en su dicción e intención. La palabra era recibida por el espectador con toda su fuerza poética y dramática porque se había entendido e interpretado desde ella misma y por ella misma. El público así respondía con tensión, respiración contenida, expectación y ¡risas! (quién lo iba a decir en una obra como esta…) gracias, entre otras lindezas, a las escenas de Don Lope y Pedro Crespo que adquirían tal nivel de delicia teatral que obnubilaban la dudosa puesta en escena e interpretación del soliloquio de Isabel: el amor tiene sus imperfecciones. La mesura y contención en su interpretación, la potentísima presencia escénica de Joaquín Notario y su extraordinaria comunicación con José Luis Santos, quien le daba la réplica como nadie lo hubiera podido hacer, nos llevaron a un estado de emoción embargada, pocas veces conseguida.
Claro, yo me lo planteo de la siguiente manera: si eres director de una compañía de teatro clásico y tienes a un actor preparado por edad, por bagaje escénico, por solidez, por calidad interpretativa, por voz, por ¡físico! para un Pedro Crespo (o Segismundo, Celestina, Burlador…) lo lógico es que, tarde o temprano, montes esa obra. Si a eso le añades que tienes un elenco de calidad que te va a responder con solvencia y entrega, la posibilidad de contar con un diseñador de moda que sabe diseñar para teatro, un diseñador de luces con el que crear estupendas atmósferas, una escenógrafa que propone magníficas soluciones espaciales acordes a tu estilo y tú eres un director inteligente, con gusto exquisito para la música, entiendes a la perfección los textos clásicos… si a eso le añades el necesario dinero para montar a tu gusto, yo me pregunto: ¿cómo no montar esta obra?
Y el resultado de todo esto es que disfrutamos y nos dio felicidad. Como a aquel señor que, después de la representación, se fundía en un emocionado abrazo con Joaquín Notario en el bar, maravilloso cuadro que nos hizo mantener la mirada, embobadas. Tardará tiempo en pasar hasta que aparezca un Pedro Crespo tan excelente como Joaquín Notario.

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