LARGA VIDA AL REY ( pero con otra línea de bus...)
EL GRAN CAFÉ TEATRO
INTÉRPRETES: Los colegas de la Vega (Maribel Iglesias, Alfonso Mendiguchía, Carlos Vicente, Pablo Ruiz, Sheila Blanco, Fernando Sánchez, Pancho Ruano, Paco Tejero, Roberto G. Encinas, Luis Joyra, Cefe Torres, Arancha Carmona, Nieves Sardón, Javier Torres, Maite Iglesias, Natalia Sánchez, Lara Boyero, Laura Guijarro, Mari Paz Santos, Dea Gómez, Óscar Vicente, Alberto Sadia, Miguel Martín).
AFORO: Lleno
DURACIÓN: En torno a tres horas
LUGAR: Museo de la Automoción, 29 de mayo de 2010, 22:30 h.
La verdad es que siempre he evitado hacer crítica de amigos-colegas-lo que sea en este blog. Unas veces me he agobiado con el asunto o no sabía cómo ordenar las ideas; otras me he autocensurado y he disfrutado sin más con el espectáculo del amigo-colega-lo que sea.
Tras ¿dos años? sin un café teatro grupal de calidad en esta ciudad –le pese a quien le pese–, los Colegas de la Vega han encontrado un espacio adecuado para hacer su mítico espectáculo en el Museo de la Automoción. Entre medias han pululado un poco de polémica cultureta, un apócrifo en el CAEM (falso para los de la ESO), una imitación universitaria que ojalá evolucione y varios espectáculos de grupos.
Gracias. Ya era hora. Tirón de orejas por tardar tanto en regresar. Toda esa espera se alargó hasta casi la semana antes del estreno porque parecía que todo estaba en el aire y, por fin, se concretó en unas un poco largas –pero bien llevadas a base de cerveza y risas– tres horas y pico de espectáculo variado. Uf.
Misma estructura: músico a la entrada, baile al comienzo y final, magia, jazz para el comienzo de la segunda parte, el telediario, un presentador-monologuista para las transiciones… Mismo núcleo duro: Miguelón, Maestro Ruiz, Sheila Blanco, Maribel, Mendi, Carlos, Azogue y The Elements. Mismo efecto: mareo a la salida por tanta carcajada -o quizá por tanta cerveza–, acompañado por una sensación de felicidad mezclada con un pelín de envidia de la sana.
¿Jugamos a las diferencias también?
Quesada, sus pendientes y sus pajaritas ya no presentaban. Una pena porque lo hacía muy muy bien. Pero allí estaba el Mendi todo mono con su traje de marinerito y, no es por ser groupie, pero no eché de menos a Quesada. No tenía por qué imitarlo, no lo hizo y funcionó. Ahora a desarrollar ese estilo de monólogo y a lanzarse.
Ya no es “de la Vega” sino “en el Museo de Automoción”. No voy a reflexionar sobre el cambio de preposición, sino de espacio. El teatrillo de la Vega es fantástico, acogedor y el espectáculo estaba pensado para hacerse allí. El espacio escénico del Museo no es propiamente teatral, es más amplio y desangelado pero se ha adaptado y, lo que es mejor, tiene la posibilidad de jugar con varios niveles escénicos (escenario de abajo, de arriba, escaleras, balcón…). Ahora hay que hacer el espectáculo para ese espacio.
Como siempre: en conjunto muy bien, algunas escenas un pizca más flojas (también esto forma parte de su encanto), público entregado. Llamada de atención: la mayoría de las escenas de teatro ya las había visto (es lo malo de ir a ver casi todo) y se echa de menos esa novedad. Pero no me preocupa porque volverán en otoño y ahora que han visto que pueden, que lo tienen seguro, que se les echaba de menos, arriesgarán más.
No soy monárquica, pero como si lo fuera. Larga vida al rey y a su corona del Burguer King.
Misma estructura: músico a la entrada, baile al comienzo y final, magia, jazz para el comienzo de la segunda parte, el telediario, un presentador-monologuista para las transiciones… Mismo núcleo duro: Miguelón, Maestro Ruiz, Sheila Blanco, Maribel, Mendi, Carlos, Azogue y The Elements. Mismo efecto: mareo a la salida por tanta carcajada -o quizá por tanta cerveza–, acompañado por una sensación de felicidad mezclada con un pelín de envidia de la sana.
¿Jugamos a las diferencias también?
Quesada, sus pendientes y sus pajaritas ya no presentaban. Una pena porque lo hacía muy muy bien. Pero allí estaba el Mendi todo mono con su traje de marinerito y, no es por ser groupie, pero no eché de menos a Quesada. No tenía por qué imitarlo, no lo hizo y funcionó. Ahora a desarrollar ese estilo de monólogo y a lanzarse.
Ya no es “de la Vega” sino “en el Museo de Automoción”. No voy a reflexionar sobre el cambio de preposición, sino de espacio. El teatrillo de la Vega es fantástico, acogedor y el espectáculo estaba pensado para hacerse allí. El espacio escénico del Museo no es propiamente teatral, es más amplio y desangelado pero se ha adaptado y, lo que es mejor, tiene la posibilidad de jugar con varios niveles escénicos (escenario de abajo, de arriba, escaleras, balcón…). Ahora hay que hacer el espectáculo para ese espacio.
Como siempre: en conjunto muy bien, algunas escenas un pizca más flojas (también esto forma parte de su encanto), público entregado. Llamada de atención: la mayoría de las escenas de teatro ya las había visto (es lo malo de ir a ver casi todo) y se echa de menos esa novedad. Pero no me preocupa porque volverán en otoño y ahora que han visto que pueden, que lo tienen seguro, que se les echaba de menos, arriesgarán más.
No soy monárquica, pero como si lo fuera. Larga vida al rey y a su corona del Burguer King.
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