AMANEZCA POR DONDE AMANEZCA
AUTOR: Rafael Azcona
VERSIÓN: Juanjo Seoane y Bernardo Sánchez
DIRECCIÓN: Pedro Olea
VESTUARIO: Javier Artiñano
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Juan Gómez Cornejo
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Wolfang Burmann
INTÉRPRETES: Pepe Viyuela, Asunción Balaguer, Teté Delgado, José María Álvarez, Diego Pizarro, Jorge Merino, María Felices, Manuel Millán,
AFORO: Lleno
LUGAR: Teatro Liceo, Salamanca. 13 de marzo de 2010, 21:00
Pienso en Rafael Azcona y lo que me viene a la mente es humor español puro y duro. Más cercano a Mihura, Tip y Coll, Berlanga, Cuerda o Gila. Gracias al deus Fernán Gómez que está bien alejado del humor del sit-com norteamericano, que estamos tan acostumbrados a ver, que no está nada mal pero que una prefiere, de vez en cuando, algo más castizo y con señores bajitos. Amanezca por donde amanezca.
El pisito me hace acordarme de una frase de Carlos Hipólito sobre Mihura en la que aseguraba que era suficientemente inteligente como para congraciar con su público burgués y, al mismo tiempo, meterle una “pullita bajo cuerda”. Pues eso. Y además con muy mala leche: te estás riendo de la situación un tanto absurda del joven (o no tan joven) que, ante tanto precio de piso por las nubes, acuerda con su novia casarse con una anciana para que, cuando esta muera, heredar su piso y poder vivir con toda la felicidad y las perdices posibles –que tampoco es un mal plan si tenemos en cuenta cómo está el cartel ahora mismo- y, de repente, notas una punzada de dolor amargo allá por el final. La ternura y el humor te han llevado a empatizar con el protagonista y a distanciarte de la situación, pero poco, que diría aquel.
Me atrevo a asegurar que algo ha perdido en el trasvase del cine al teatro. Los cambios escenográficos y de escena-secuencia entorpecían el ritmo de la obra y a mí me hicieron desconectar en alguna ocasión. Gracias a Jardiel Poncela que estaba Pepe Viyuela ahí para salvar lo que hiciera falta, con su intensidad, su verdad escénica y, sobre todo, con su vis cómica tan castiza, aunque abusara un poco de sus múltiples recursos humorísticos para subir la obra. Teté Delgado le seguía aunque no sé si de lejos o de cerca, también muy castiza, sorprendentemente cómica (aunque no tanto como en Los cuernos de don Friolera) y doña Asunción Balaguer o la viuda de Paco Rabal, quien se subió a escena muy dignamente y sacó a flote su papel como debe ser.
Y eso. Con codornices, vaya, e incluso alguna pluma que se pone en el sombrero, pero poco, ya he dicho, que se perdía por ahí. Y que del teatro lo mejor es no hablar, que una se pone sentimental.