AUTOR y DIRECTOR: Alfredo Sanzol
ESCENOGRAFÍA y VESTUARIO: Alejandro Andújar
ILUMINACIÓN: Baltasar Patiño
DISEÑO DE SONIDO y MÚSICA ORIGINAL: Fernando Velázquez
PRODUCCIÓN: Centro Dramático Nacional/Lazona
REPARTO: Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreras, Pablo Vázquez
AFORO: casi lleno
DURACIÓN: 1 h 40 minutos
LUGAR: Teatro Juan del Enzina, Salamanca, 4 de noviembre de 2011, 22:00.
QUÉ RISAS.
Desde luego que el título no engaña. Los Días estupendos de Alfredo Sanzol son estupendos de verdad. Por donde quiera que mires, rebusques por donde rebusques, no hay que objetar a este pedazo de espectáculo. Es inteligente porque no cae en los fáciles estereotipos, te envuelve en su ritmo vertiginoso y constante que no te suelta hasta que sales de la sala. Es arriesgado y perspicaz; golfo, pero desde la seriedad. Y su interpretación resulta impecable: natural, divertida e histriónica en su justa medida. Brutales las (no)transiciones entre personajes. Cada actor goza de su momento y nos hace gozar a los demás. No soy capaz de concebir este montaje con unos actores que no sean lo que fueron y con un director que no sea quien es. Sanzol es valiente, audaz, un tipo que hay que tener en cuenta para el futuro, y vigilarlo muy de cerca porque sus textos y su dirección son deliciosos. Alguien que sabe que la comedia es ahora la forma teatral más eficaz para reflejar realidades y tratar temas peliagudos. Más de una docena de escenas unidas por un nexo temático: el veraneo. Y por otro dramático: el ritmo escénico. Todo ello en un cacho monte por escenografía que lo mismo sirve para evocar una playa que el patio de una casa. Abundan los motivos veraniegos que recuerdan veranos propios: las pipas, la bici, el nudismo, la fragilidad de los amoríos y la fuerza de la amistad. Algunas escenas merecen aquí una mención. Como la del etarra que procura reinsertarse en la sociedad mientras esta desconfía de su funda de guitarra, como la del torero que se replantea su carrera porque ha atropellado a su gato, la del la expresión de amor mediando un tronco de leña, la del guardia civil mirón que intenta ligar con una nudista o la del sexo en la casa rural por dinero, delicada de montar y fantásticamente resuelta. Apoteósica la escena del melón, increíblemente bella la de la embarazada que habla con su feto y le da consejos sobre la vida, aunque en un principio olía a momento naif de la noche. Bien está lo que bien termina: unos colegas de verano que huyen de una amiga de verano para evitar una incómoda segunda despedida que para nada mejoraría la primera. Pero también bien está lo que bien comienza: la interpretación de "Mi jaca" al más puro estilo verbenero o el dejar bien claro al público cuál va a ser el lenguaje de la obra y su propuesta escénica durante los diez primeros minutos. Y no traicionarse –dramáticamente hablando– después. Y hablando de traiciones, una frase impactante: “no perdono a Felipe González, porque me obligó a votar a Aznar”. Seguro que a esa media de edad tan poco estudiantil y tan entregada que se descojonaba con la obra también le impactó. ¿Cómo bajarla? Descuentos para estudiantes, coño.