SABE MÁS EL DIABLO POR VIEJO...
2036 OMENA-GAUTOR, DIRECCIÓN Y ESPACIO ESCÉNICO: Albert Boadella
ESCENOGRAFÍA: Juan Sanz/ Miguel Ángel Coso (Antiqua Escena)
VESTUARIO: Dolors Caminal
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Bernat Jansà
DISEÑO DE SONIDO: Guillermo Mugular
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: Xavier Vilà
REPARTO: Jesús Agelet, Jordi Costa, Ramón Fontserè, Minnie Marx, Lluis Olivé, Pilar Sáenz, Xavi Sais, Dolors Tuneu
AFORO: Completo
LUGAR: Teatro Liceo, Salamanca, 24 de septiembre de 2010, 21:00.
Sus objetos de deseo ya no son ni la cultura catalana, ni El Quijote, ni la alta gastronomía, ni la sátira política, social y cultural, aunque no pueda evitar alusiones o pullitas. A Albert Boadella le interesa ahora imaginar cómo será su banda dentro de veintiséis años y, ya de paso, cómo nos relacionaremos para entonces y cómo distorsionaremos el español con el contagio con el inglés, la proliferación de siglas y el cambio radical de la ortografía.
Y los actores se convierten en el centro de la función. Un premio a su fidelidad a la compañía y a su director. Boadella se da el gustazo de convertirlos en protagonistas del nuevo espectáculo y se los lleva a un geriátrico del futuro por el que se cuela el espectador actual, gracias a dos narradores que ejercen de vínculo, con una técnica muy muy parecida a la que usó Buero Vallejo en El tragaluz. Como era de esperar, como casi siempre, las caracterizaciones son agudas, eficientes y admirables. En esta ocasión, los actores han hiperbolizado sus rasgos y se han caricaturizado a sí mismos al igual que hicieron en muchas ocasiones con personajes históricos, literarios o de la actualidad española. Como vengo admirando desde hace varios montajes, destacan Pilar Sáenz y Ramón Fontseré. Ella porque sostiene textualmente la obra sin que se note demasiado para permitir que se luzca su compañero, algo tremendamente difícil para un actor. Él, sin duda, unos de los mejores actores de España: por actitud humana, por su disfrute personal en escena, por honradez interpretativa y porque, simplemente, borda todo lo que interpreta. Sin embargo, algo me chirriaba: Fontseré era demasiado cascarrabias, gruñón y mala leche para ser Fontseré. Una amiga de la compañía me lo confirmó: Fontseré interpretaba a Boadella.
Más allá de la calidad textual, mejorada respecto a La cena pero todavía lejana de tiempos anteriores, y del contenido de la obra, pues esto es un autohomenaje y se exhibe desde el título, los espectáculos de Els Joglars son ejercicios teatrales de oficio puro y duro, una máquina escénica e interpretativa que está perfectamente engrasada, tremendamente efectiva e imaginativa. Una excelente dirección escénica, con personalidad, estilo, manejo del espacio, de la música, de la plástica escénica. Una manera propia e inteligentísima de dirigir actores, de dirigir al grupo, de interpretar, de encauzar y dirigir grandes dosis de mala leche ante “tanta estupidez pagada por el contribuyente”.
Dos ejemplos de puro y deleite joglars. La ingeniosa y aguda escena del cine mudo: si no hay sátira política, revienta. Emocionante final para todo seguidor de Els Joglars, tanto como la de Un lugar de Manhattan: del techo caían trajes de sus obras de teatro y cada actor se “dormía” agarrado a uno. Finalmente, Fontseré cae abrazado al traje de Dalí. Los espectadores respiramos tranquilos. Esto es amor por el trabajo y el teatro, lástima que este homenaje huela a despedida de su director. Aunque puede que sea mejor así, ¿no?
Mención especial y última: Minnie Marx estaba tan acertada en su interpretación que parecía mi abuela.
MÁS INFORMACIÓN: http://www.elsjoglars.com/2036-El-Homenaje.php
Y los actores se convierten en el centro de la función. Un premio a su fidelidad a la compañía y a su director. Boadella se da el gustazo de convertirlos en protagonistas del nuevo espectáculo y se los lleva a un geriátrico del futuro por el que se cuela el espectador actual, gracias a dos narradores que ejercen de vínculo, con una técnica muy muy parecida a la que usó Buero Vallejo en El tragaluz. Como era de esperar, como casi siempre, las caracterizaciones son agudas, eficientes y admirables. En esta ocasión, los actores han hiperbolizado sus rasgos y se han caricaturizado a sí mismos al igual que hicieron en muchas ocasiones con personajes históricos, literarios o de la actualidad española. Como vengo admirando desde hace varios montajes, destacan Pilar Sáenz y Ramón Fontseré. Ella porque sostiene textualmente la obra sin que se note demasiado para permitir que se luzca su compañero, algo tremendamente difícil para un actor. Él, sin duda, unos de los mejores actores de España: por actitud humana, por su disfrute personal en escena, por honradez interpretativa y porque, simplemente, borda todo lo que interpreta. Sin embargo, algo me chirriaba: Fontseré era demasiado cascarrabias, gruñón y mala leche para ser Fontseré. Una amiga de la compañía me lo confirmó: Fontseré interpretaba a Boadella.
Más allá de la calidad textual, mejorada respecto a La cena pero todavía lejana de tiempos anteriores, y del contenido de la obra, pues esto es un autohomenaje y se exhibe desde el título, los espectáculos de Els Joglars son ejercicios teatrales de oficio puro y duro, una máquina escénica e interpretativa que está perfectamente engrasada, tremendamente efectiva e imaginativa. Una excelente dirección escénica, con personalidad, estilo, manejo del espacio, de la música, de la plástica escénica. Una manera propia e inteligentísima de dirigir actores, de dirigir al grupo, de interpretar, de encauzar y dirigir grandes dosis de mala leche ante “tanta estupidez pagada por el contribuyente”.
Dos ejemplos de puro y deleite joglars. La ingeniosa y aguda escena del cine mudo: si no hay sátira política, revienta. Emocionante final para todo seguidor de Els Joglars, tanto como la de Un lugar de Manhattan: del techo caían trajes de sus obras de teatro y cada actor se “dormía” agarrado a uno. Finalmente, Fontseré cae abrazado al traje de Dalí. Los espectadores respiramos tranquilos. Esto es amor por el trabajo y el teatro, lástima que este homenaje huela a despedida de su director. Aunque puede que sea mejor así, ¿no?
Mención especial y última: Minnie Marx estaba tan acertada en su interpretación que parecía mi abuela.
MÁS INFORMACIÓN: http://www.elsjoglars.com/2036-El-Homenaje.php