30/8/10

EL CERCO DE LENINGRADO

HISTORIA SIN FIN, AUNQUE EMOCIONADA

EL CERCO DE LENINGRADO

AUTOR: José Sanchis Sinisterra
DIRECCIÓN: José Carlos Plaza
INTÉRPRETES: Beatriz Carvajal y Magüi Mira
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA E ILUMINACIÓN: Francisco Leal
DISEÑO DE VESTUARIO: Pedro Moreno
MÚSICA ORIGINAL: Mariano Díaz
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: Amparo Pascual
PRODUCTOR: Jesús Cimarro
AFORO: Tres cuartos
DURACIÓN: 1h 45 aprox
LUGAR: Patio del Colegio Arzobispo Fonseca, Ciclo Noches del Fonseca, Salamanca, 20 de julio de 2010, 23:00.

Embargada de sentimentalismo fui a ver El cerco de Leningrado con mi compañera de reparto. Nos reímos, nos emocionamos y recordamos tiempos mejores encima de un escenario.
Las comparaciones son odiosas, dicen. Se olvidan de señalar lo peligroso que es ver un montaje que has interpretado. Sobre todo si descubres que le falta rodaje o te das cuenta de que hay varias equivocaciones con el texto y los nombres de personajes de los que se habla.
Con todo, la distancia entre lectura dramatizada aficionada y novata y montaje profesional es infinita. Tanto en la parte interpretativa, con dos buenas actrices en edad adecuada para interpretar los dos personajes, como en la de dirección, con un profesional más que experimentado y medios suficientes como para resolver en un único escenario las complejidades escenográficas, el diálogo absurdo y el tiempo cíclico que plantea el dramaturgo.
No lo hicieron mal las dos actrices, cuyo reparto de papeles era claro: Magüi Mira tiene la fisionomía alocada y la voz adecuada para ser Natalia, y Beatriz Carvajal la efectividad interpretativa y el porte para hacer una buena composición de Priscila. Sin embargo, me pareció que los personajes eran, quizá, un poco más radicales en sus ideas y, por lo tanto, más dicotómicas en sus gestos y acciones, pero con energía contenida. Esto pudiera haber repercutido positivamente en la resolución del ritmo del montaje, que decaía en ocasiones ya en el texto y, en consecuencia, en la percepción del público de los posibles gags de la obra.
Es bueno montar un texto como este, a pesar de que aquello se hiciera pesado en el último tercio. No solo porque haya dos personajes opuestos y complementarios, con el arroz –y la cabeza– ya pasado sino porque es interesante que te den una duchita de agua recordándote toda la ideología y optimismo que hemos perdido con esto de la burocratización, la mercantilización del arte y, en fin, la postmodernidad.