12/12/11

EL PERRO DEL HORTELANO





AUTOR: Lope de Vega
DIRECCIÓN, VERSIÓN y ESPACIO SONORO: Eduardo Vasco
ASESOR DE VERSO: Vicente Fuentes
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
ILUMINACIÓN: Miguel Ángel Camacho
SELECCIÓN DE VESTUARIO: Lorenzo Crapile
DISEÑO DE MAQUILLAJE: Joel Escaño
REPARTO: Eva Rufo, David Boceta, Joaquín Notario, Alberto Gómez, María Besant, Luisa Martínez, Isabel Rodes, David Llorente, Diego Toucedo, Miguel Cubero, David Lázaro, Juan José Rodríguez, José Luis Santos.
MÚSICOS: Alba Fresno, Sara Águeda, Eduardo Aguirre de Cárcer.
AFORO: completo
DURACIÓN: 1h 50 minutos. Sin descanso
LUGAR: Teatro Pavón, 1 de diciembre de 2011, 20:00 h.
Más info: web de la CNTC


Alterada salí yo del Teatro Pavón. Seducida por el montaje en general, jovial por el tono de comedia, deslumbrada por la suntuosidad de los trajes de Diana, un pelín enamorada de Teodoro, fan de Joaquín Notario y José Luis Santos, agradecida a Vasco porque todavía no me ha decepcionado como director, convencida de que Lope cada día escribe mejor y encantada –mucho– con la interpretación de Eva Rufo.
Y claro, si una sale emocionalmente excitada de una función es normal que obvie algunos excesos en las bufonadas de los pretendientes, que no es que no me hicieran gracia sino que me parecieron… eso, algo excesivas. Es lógico que tanto entusiasmo me haga omitir a alguna secundaria sin fuerza o una escenografía irregular: ora con telones incómodos (¡¡las falsas cortinas en movimiento!!), ora con destellos de delicadeza y belleza así como un buen aprovechamiento del espacio escénico. Y además, todo esto me parece irrelevante cuando lean la anécdota que, a continuación, les voy a relatar.
Al parecer, los jueves es día de grupos en el Teatro Pavón. Nosotros mismos éramos uno de ellos: cincuenta y cinco filólogos en ciernes o ya hechos y derechos, lo cual nos da siempre cierto aire de élite grupal porque comparados con otros, somos unos espectadores muy agradecidos, educados y hasta cultos. Eso es solo porque normalmente estamos rodeados de hormonas adolescentes obligadas a ver una obra barroca en verso cuando podrían estar comentando las fotos del “finde” pasado en el tuenti. Pero esta vez… puede que fuera porque esta vez hubo suerte y eran unos chicos más o menos callados y más o menos educados; o quizá, quién sabe, fue que el análisis textual estaba tan bien realizado, se habían desmenuzado las intenciones y, sobre todo, los signos escénicos (actores, vestuario, música, atmósferas…) se comunicaban tan bien con el patio de butacas que los chavales se comportaron decentemente, dejaron tuenti para luego, se les oyó reír cuando había que reírse –las bufonadas seguro que son responsables de esto– y hasta es posible que alguno se enterara. Para mí, que recuerdo una frase de Marsillach que rezaba algo así como que en la CNTC “preferían que Domingo Ynduráin se escandalizase a que un adolescente se aburriera viendo teatro clásico”, esta historia me hace pensar que Eduardo Vasco en un digno heredero del gran Marsillach.
Desde luego que Vasco sabe montar teatro clásico. Lope y Calderón. Comedia, drama, tragedia. Presenta el verso comprensible y cercano, con un sinfín de matices e intenciones. Y monta las escenas de amantes como nadie: en mi memoria permanecen las inolvidables atmósferas de amor entre Don Juan y Doña Inés –sin sofá ni ná– y entre Federico y Casandra de El castigo sin venganza. No importa que eligiera esta obra porque abordara el tema de la envidia, para mí despedirse como director de la CNTC con una comedia de Lope como El perro del hortelano –cuando podía haber elegido una de las graves de Calderón– dice mucho de él. Y, además, lo celebro.
Estos aciertos se deben, en gran medida, a que cuenta con unos actores versátiles como Joaquín Notario o José Luis Santos que están igual de admirables como protagonistas en El alcalde de Zalamea como de secundarios en esta. El primero porque es brillante y sabe que un secundario aun siendo el gracioso debe estar bien medido; el segundo por irreconocible hasta casi los aplausos de lo bien caracterizado que estaba. Luego están los protas, que con su sola presencia justifican futuras camadas de la Joven. Sin parecer que estaba interpretando –y esto es un gran cumplido– Légolas no lo hace nada mal (¿He escrito Légolas? Uy, ¡qué tonta! Quería decir David Boceta…) y tiene un punto de galán de lo más interesante. Ella, la protagonista –recordemos que el protagonista es el del conflicto, el que promueve la acción– es un personaje complejo de emociones, temperamental y caprichoso que Eva Rufo interpreta con la fuerza, vitalidad y personalidad que, bajo mi punto de vista, es esencial en el teatro de Lope. Además, el abanico de registros y matices expresivos que aporta Rufo inunda de humanidad al personaje, aspecto que enamora al público masculino y provoca empatía en el femenino: ella es una noble, sí, pero se enamora de su secretario, por envidia a su criada, además. Está deliciosa como Diana, cautivadora con sus miradas.

Y yo, pobre de mí, que caí en amor desde que Teodoro lee estos versos, escritos por Diana, quien los recita al mismo tiempo, para sí.

Estoy sin ocasión desconfiada,
celosa sin amor, aunque sintiendo
debo de amar, pues quiero ser amada.
Ni me dejo forzar ni me defiendo
darme quiero a entender sin decir nada
entiéndame quien puede; yo me entiendo.