7/11/11

DÍAS ESTUPENDOS






AUTOR y DIRECTOR: Alfredo Sanzol
ESCENOGRAFÍA y VESTUARIO: Alejandro Andújar
ILUMINACIÓN: Baltasar Patiño
DISEÑO DE SONIDO y MÚSICA ORIGINAL: Fernando Velázquez
PRODUCCIÓN: Centro Dramático Nacional/Lazona
REPARTO: Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreras, Pablo Vázquez
AFORO: casi lleno
DURACIÓN: 1 h 40 minutos
LUGAR: Teatro Juan del Enzina, Salamanca, 4 de noviembre de 2011, 22:00.
QUÉ RISAS.
Desde luego que el título no engaña. Los Días estupendos de Alfredo Sanzol son estupendos de verdad. Por donde quiera que mires, rebusques por donde rebusques, no hay que objetar a este pedazo de espectáculo. Es inteligente porque no cae en los fáciles estereotipos, te envuelve en su ritmo vertiginoso y constante que no te suelta hasta que sales de la sala. Es arriesgado y perspicaz; golfo, pero desde la seriedad. Y su interpretación resulta impecable: natural, divertida e histriónica en su justa medida. Brutales las (no)transiciones entre personajes. Cada actor goza de su momento y nos hace gozar a los demás. No soy capaz de concebir este montaje con unos actores que no sean lo que fueron y con un director que no sea quien es. Sanzol es valiente, audaz, un tipo que hay que tener en cuenta para el futuro, y vigilarlo muy de cerca porque sus textos y su dirección son deliciosos. Alguien que sabe que la comedia es ahora la forma teatral más eficaz para reflejar realidades y tratar temas peliagudos. Más de una docena de escenas unidas por un nexo temático: el veraneo. Y por otro dramático: el ritmo escénico. Todo ello en un cacho monte por escenografía que lo mismo sirve para evocar una playa que el patio de una casa. Abundan los motivos veraniegos que recuerdan veranos propios: las pipas, la bici, el nudismo, la fragilidad de los amoríos y la fuerza de la amistad. Algunas escenas merecen aquí una mención. Como la del etarra que procura reinsertarse en la sociedad mientras esta desconfía de su funda de guitarra, como la del torero que se replantea su carrera porque ha atropellado a su gato, la del la expresión de amor mediando un tronco de leña, la del guardia civil mirón que intenta ligar con una nudista o la del sexo en la casa rural por dinero, delicada de montar y fantásticamente resuelta. Apoteósica la escena del melón, increíblemente bella la de la embarazada que habla con su feto y le da consejos sobre la vida, aunque en un principio olía a momento naif de la noche. Bien está lo que bien termina: unos colegas de verano que huyen de una amiga de verano para evitar una incómoda segunda despedida que para nada mejoraría la primera. Pero también bien está lo que bien comienza: la interpretación de "Mi jaca" al más puro estilo verbenero o el dejar bien claro al público cuál va a ser el lenguaje de la obra y su propuesta escénica durante los diez primeros minutos. Y no traicionarse –dramáticamente hablando– después. Y hablando de traiciones, una frase impactante: “no perdono a Felipe González, porque me obligó a votar a Aznar”. Seguro que a esa media de edad tan poco estudiantil y tan entregada que se descojonaba con la obra también le impactó. ¿Cómo bajarla? Descuentos para estudiantes, coño.

3/11/11

LA COLMENA CIENTÍFICA (O EL CAFÉ DE NEGRÍN).




AUTOR: José Ramón Fernández
DIRECTOR: Ernesto Caballero
ESCENOGRAFÍA: Curt Allen Wilmer
ILUMINACIÓN: Juan Gómez Cornejo
VESTUARIO: Patricia Hitos
VIDEOESCENA: Álvaro Luna
PRODUCCIÓN: Centro Dramático Nacional/Residencia de Estudiantes/Teatro el Cruce
REPARTO: José L. Esteban, Paco Déniz, Lola Manzano, Paco Ochoa, Iñaki Rikarte, Pedro Ocaña
AFORO: completo
DURACIÓN: 75 minutos
LUGAR: Teatro Juan del Enzina, Salamanca, 28 de octubre de 2011, 22:00.
Según se acercaba el 28 de octubre, mi pesimismo menguaba en cuanto a la elección de La colmena científica (El café de Negrín) para inaugurar un teatro al que se le esperaba desde hace años. Sobre todo, tras la charla con un amigo de indudable criterio teatral que aseguraba que el montaje estaba bastante bien. Luego las casualidades comenzaron a surgir: el iluminador, Juan Gómez Cornejo, era el nuevo Premio Nacional de Teatro 2011 y, el mismo día R (de reapertura) se supo que su director, Ernesto Caballero, será el nuevo jefe del CDN en 2012. Para compensar, ya sentada en la butaca, me confesaron que uno de los actores había tenido que ser sustituido y que esa era su primera función.
Sin embargo, esos recelos se dispersaron durante los cinco primeros minutos de la representación. No percibí que el sustituto renqueara respecto a sus compañeros. De hecho, coral era la obra y coral su interpretación: ningún actor sobresalía por exceso ni por defecto. Y el espectáculo fue más que digno. Quizá no era un montaje para deslumbrar pero estaba bien construido y muy bien dirigido: había ingenio en la puesta en escena, mucha cabeza y sentido teatral, con algún toque de humor y ritmo medido. Con tres grandes virtudes que suelen escasear en estos tiempos teatrales: duración ajustadísima, armonía en su conjunto y ausencia de presunción. Y eso siempre se agradece.
Se agradece también que se demuestre, una vez más, que echar una ojeada a nuestro pasado nos ilumina sobre nuestro presente. Permanece el espíritu de la antigua Residencia de Estudiantes, cargado de optimismo, inquietudes intelectuales, intercambio de saberes e interacción entre disciplinas. Se muestra la especial y compleja relación entre maestro y alumno, pero también cómo la necesidad de mejorar el mundo obliga de manera individual a una implicación más activa en forma de compromiso político y sacrificio personal. Nos recuerda la importancia de la educación, lo imprescindible no solo de dar oportunidades sino también facilidades para formarse, de crear y mantener con mimo un grupo de investigadores en todos los ámbitos del saber, que ayude a avanzar a la sociedad.
Muy del gusto de los espectadores universitarios –por lo que nos gusta vivir de los créditos del pasado en la USAL– seguro que fue la evocación desde cierta melancolía de la vida en la Residencia, con alusiones a otros residentes como Luis Buñuel o Federico García Lorca, a las actividades deportivas, musicales y literarias, al igual que a las visitas de ilustres como Marie Curie o don Miguel de Unamuno. El contrapunto fueron las referencias a la Guerra Civil, cuyo inicio rompe la dinámica de la Residencia y lleva a los protagonistas a la muerte o, en el mejor de los casos, al exilio.
Una de las propuestas que más aceptación tuvo entre el público –un sector importante se ha formado ante la atenta y circunspecta mirada del busto de Unamuno– fue el planteamiento del personaje de nuestro exrector, verborreico y temperamental, en una interpretación simultánea a cuatro actores, en forma de coro. De igual manera, otras resoluciones escénicas, también muy teatrales, dejaron buen sabor de boca. Pienso tanto en los bailes para ayudar a la contextualización temporal, como en el juego con las sillas, válido para crear un microscopio o para formar una pequeña barricada.
Un acierto más: el tratamiento de las videoescenas. Sigo sosteniendo que en momentos de hipertecnologización, encontrar un punto mesurado es un punto a favor y una señal de inteligencia ya que lo fácil es recargar con tecnología o esconderse tras ella; lo difícil hacer teatro utilizando la tecnología como una herramienta más.
Y con esto, señores, se inauguró un teatro. Más que bien.

(Horas antes de la función había encontrado la tranquilidad al leer las siguientes palabras del que tendrá que lidiar con un cambio de gobierno, casi seguros recortes de presupuesto y la manida y cansina austeridad en el CDN: "Tened en cuenta que no vengo del teatro off, sino del teatro uf. Yo sé lo mucho que se puede hacer con muy poco dinero" E. Caballero)