18/7/10

LA CASA DE BERNARDA ALBA. TNT-EL VACIE



ESPECIAL Y AUTÉNTICO





LA CASA DE BERNARDA ALBA
AUTOR: Federico García Lorca
DIRECCIÓN y DRAMATURGIA: Pepa Gamboa
INTÉRPRETES: Rocío Montero Maya, María Luz Navarro Jiménez, Lole del Campo Díaz, Carina Ramírez Montero, Sandra Ramírez Montero, Ana Jiménez García, Sonia Joana Da Silva/ Isabel Juarez Ramirez, Pilar Montero Suarez, Marga Reyes/ Bea Ortega
ESPACIO ESCÉNICO: Pepa Gamboa y Antonio Marín
VESTUARIO: Virginia Serna
SONIDO: Emilio Morales
ILUMINACIÓN Y COORDINACIÓN TÉCNICA: Alejandro Conesa
AYUDANTES DE DIRECCIÓN: Silvia Garzón, Jerónimo Obrador, Marga Reyes
AFORO: Completo
DURACIÓN: 1 h
LUGAR: Patio del Colegio Arzobispo Fonseca, Ciclo Noches del Fonseca, Salamanca,13 de julio de 2010, 23:00.


Desde hace ya casi dos (¿o tres?) años procuro retener en mi mente uno de los mejores consejos teatrales que me han dado que fue algo así: “Al espectador le dan igual las horas que hayáis ensayado o las pajas mentales que os hayáis hecho. Lo que importa es lo que se ve en escena y lo que se comunica desde ella”.
Sin embargo, soy plenamente consciente de que no es lo mismo un espectáculo de Els Joglars que cualquiera de los que forman parte de la Muestra de Teatro Universitario en Fonseca. Sé que sería una canallada valorar con el mismo criterio una puesta en escena de la CNTC que la de un instituto de secundaria; o que las peras que le puedes pedir a Animalario no son las mismas que las de la mayoría de mortales compañías de teatro. No, no es lo mismo.
¿Cómo estimar entonces otro espectáculo sobre La casa de Bernarda Alba que es un ejemplo de integración social como es este de Pepa Gamboa? Claro, este montaje no tiene nada que ver, basándome en un criterio meramente escénico, con el dirigido por Lluís Pascual en 2009 e interpretado soberbiamente por Nuria Espert y Rosa María Sardá. Pero es que no tiene por qué tener algo que ver.
Ocho mujeres de etnia gitana, analfabetas en su gran mayoría, habitantes de un poblado chabolista, con dificultades para ensayar por su situación familiar, con problemas para memorizar el texto, que no es nunca se hayan subido a un escenario, es que es la primera vez que van a un teatro. Ellas, fantásticas, orgullosas de lo que son, valientes, humildes, sin vanidades interpretativas se han lanzado a la piscina y han sido Bernardas, Adelas y Poncias, han bailado y cantado. Genial. Su directora ha sabido aprovechar lo que saben y ellas lo han exhibido y eso me encanta porque le da frescura, espontaneidad y, algo con lo que se llenan la boca los que saben de esto, de verdad escénica.
Y yo me quedo con eso y no con los comentarios burlones o paternalistas de alguna gente del público que, inevitablemente te llegan a los oídos, ni con la parte morbosa de la repercusión mediática que ha tenido el montaje, sino con la de premiar la labor de mucha gente que sabe que el teatro es bueno para el alma de las personas y lucha por dar oportunidades e integrarlas. Ojalá esto ayude a la proliferación de talleres y montajes parecidos, pero que no me los vendan como teatro profesional no sea que no me cundan -desde un punto de vista meramente teatral- los quince benditos euros de la entrada.
Me quedo con ellas, con su acercamiento personal al texto, con su arte para bailar, cantar y llevar el atrezzo en la cabeza, con el desparpajo de algunas, con el simbolismo y el movimiento escénico, con el apoyo escénico, verbal e interpretativo de Marga Reyes –una de las ayudantes de dirección- a pesar de su toque exagerado, con haber adaptado la obra a su realidad vital y no al revés. Han hecho algo especial y auténtico. Qué bello.
Y a mí esto me vale.