29/10/09

Maná, maná


LOS HUEVOS Y EL HAMBRE

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MANÁ, MANÁ (EL REGRESO)
AUTOR: Los Ulen
DIRECCIÓN: Juan Carlos Sánchez/Los Ulen
INTÉRPRETES: Paco Tous, Maite Sandoval, Pepe Quero
ESCENOGRAFÍA: Antonio Estrada
ILUMINACIÓN: José M. Brenes
VESTUARIO: Virginia Serna
AFORO: Casi completo.
DURACIÓN: 1h 40 min. sin descanso (aprox)
LUGAR: Teatro Liceo, Salamanca. 18 de septiembre de 2009, 21:00.

No pasa siempre. Algunas veces sales del teatro queriendo darte rabiosamente al alcohol por lo mala que era la obra o por el trabajo defectuoso que has visto; otras, sales tan eufórica que te agarras a cualquier plan nocturno improvisado para proclamar a los cuatro vientos que la función de esa tarde ha sido fantástica. Gracias a San Ginés, San Lope, San William y a todos los integrantes del olimpo teatral por tener noches como esa. Y a los de la crisis, porque si no fuera por ellos Maná, Maná no se hubiera repuesto trece años después. Y a la compañía, porque están en este mundo desde hace más de veinte años haciendo pasar tan buen rato al público, mientras hablan de la injusticia social y la pobreza. Y a los Ulen, porque no necesitan adoctrinar y prefieren usar el humor blanco, la ironía, el sarcasmo, el absurdo, la escatología para que yo pueda rumiar a gusto en casa. Y a su director (directores), que sabe qué es eso del distanciamiento brechtiano, el esperpento, el clown y la picaresca y las pone en escena con coherencia, sin que se le vaya la mano como a otros. Y a los actores, por el dominio respetuoso del público y del ritmo escénico. Y a Paco Tous, por ese estupendo trabajo artesanal de interpretación. Y a Maite Sandoval, por esa vis cómica y esa demostración de matices expresivos. Y a Pepe Quero, por esa solidísima composición de personaje. Y a Lombri, Morci y Mosta, porque además de bufones, cantan fatal y nos mandaron a casa. Y a Maná, maná, por el huevo y su disolución de la economía mundial: “Si todo el mundo tuviera huevos, se acabaría el hambre en el mundo, ¿no?”

Arte


EL CUADRO DE MI AMIGO SERGIO


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ARTE
AUTOR: Yasmina Reza
DIRECCIÓN: Eduardo Recabarren
VERSIÓN: Fernando Masllorens y Federico González del Pino
INTÉRPRETES: Alex O’Dogherty, Iñaki Miramón, José Luis García-Pérez
ESCENOGRAFÍA: Ana Garay
PRODUCCIÓN: Carlos J. Larrañaga y Marisa Pino
AFORO: Casi completo.
DURACIÓN: 1h 40 min. sin descanso
LUGAR: Teatro Liceo, Salamanca. 4 de septiembre de 2009, 21:00.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”, “Hipógrifo violento…”, “En un lugar de…”, “Cuán gritan esos malditos…”, “Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro”… Hay obras que se reconocen nada más escuchar su comienzo, como si en la primera frase se creara un clima mágico, de comunión con el lector o espectador que conoce la obra y sonríe expectante, inquieto al escuchar o leer su primera frase. Algunos, además, son auténticas declaraciones de intenciones literarias o muestran el desencadenante de los conflictos de la pieza. Sin duda alguna, la relación de amistad (y su deterioro) entre tres hombres acomodados y la concepción mercantilista del arte son los conflictos básicos que se presentan en la primera línea de la obra y sobre los que gira la exitosa y mil veces repuesta pieza de Yasmina Reza, Arte (1994).
Otro fenómeno que ocurre con las obras de teatro por todos conocidas ya sean “clásicos clásicos” o “clásicos (post)modernos” –que dirían los intelectuales– es que uno corre sus riesgos al montarla, sobre todo, si estamos hablando de teatro universitario, aficionado o algunos grupos de trabajo profesional. Eso lo he visto con Don Juan Tenorio, El método Grönholm, La casa de Bernarda Alba y unas cuantas más. El resultado varía según los casos: unas veces el texto te asfixia y le pesa al público, otras el texto se convierte en una sólida piedra sobre la que apoyarse. Arte parece ser de los segundos, un texto fresco que funciona escénicamente y que alegra siempre el oído del espectador. Es una gozada. Otra cosa es que el montaje, ya sea por responsabilidad del director, de los actores o de la premura de la producción, haya sabido aprovechar todos los matices y posibilidades del texto. Creo que esto es lo que le pasa a este montaje: que está muy bien, que te ríes, que disfrutas, pero que notas que hay algo que no funciona, que podían haber llegado mucho más lejos, que se han quedado a las puertas de algo que tiene posibilidades de ser genial pero que dista de serlo. Y el ejemplo más claro es lo sucedido con el famoso monólogo de Iván: Yasmina Reza insertó ese monólogo en la obra porque se dio cuenta de que el personaje de Iván era el que menos texto tenía y, curiosamente, ha sido la parte de la pieza que más se ha aplaudido, un texto con un ritmo vertiginoso y envolvente, magnífico, con un mutis al final para que el actor respire y para que el público aplauda, de esos de los de siempre. Sin embargo, en esta puesta en escena, después de que el actor Alex O’Dogherty interpretara más que dignamente su monólogo, el público, que parecía que sí respondía, no se lanzó al aplauso.

El caballero de Olmedo


PUES ESTÁ BIEN



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EL CABALLERO DE OLMEDO
AUTOR: Lope de Vega
COMPAÑÍA: Teatro Corsario
DIRECCIÓN: Fernando Urdiales
INTÉRPRETES: Borja Zamorano, Rosa Manzano, Luis Miguel García, Verónica Ronda, Patricia del Amo, Rubén Pérez Delgado, Borja Gutiérrez-Semprún, Julio Lázaro, Jesús Peña.
ESCENOGRAFÍA: Fernando Urdiales, Eugenia Navajo
ILUMINACIÓN: Javier Martín del Río
MOVIMIENTO Y COREOGRAFÍAS: Javier Juárez
INCIDENCIAS: Patio del Colegio Fonseca, aire libre. Aforo casi completo. 1h 40 m
LUGAR: Noches del Fonseca, Salamanca. 28 de julio de 2009, 23:00.
Teatro Corsario (o, lo que es lo mismo, Fernando Urdiales) es una compañía de repertorio vallisoletana de cierto prestigio nacional gracias a más de veinte años de trabajo, a montajes de teatro clásico bien elaborados. Su labor se está recompensando últimamente con varios premios importantes entre los que destaca el Max Revelación en 2007. En Castilla y León, además, es conocida por ser una de las niñas bonitas de la Junta, la hija predilecta del teatro clásico, muy merecidamente, dicho sea de paso. Este montaje es, sin duda, un ejemplo más de su trabajo más que digno, su esfuerzo y conocimiento del siglo de oro español.
La pieza comienza y termina con la deliciosa voz de Verónica Ronda (Inés) que entona el romance que dio origen a la obra. Sin duda, la música es uno de los grandes aciertos de este montaje, en el que se potencian los aspectos folklóricos del texto de Lope de Vega. Por un lado la austeridad castellana en la puesta en escena, los trajes y diseño de iluminación; por otro, la guitarra y la caja en directo, la escenografía emulando un coso taurino. Pero, por desgracia, no todos son aciertos en esta propuesta con toques cañí ya que el baile torero que da paso al tercer acto desluce bastante la propuesta así como la extraña construcción del personaje del Rey, incomprensible e innecesaria.
El amor, la muerte y el destino son los tres pilares en los que se basa Urdiales para su propuesta de El caballero de Olmedo, más tendente a la tragedia que a la comedia. Más tragedia por su ritmo, por la creación de ese clímax de fátum producido gracias a la circularidad de su escenografía taurina (tragedia catártica por excelencia), al romance cantado al comienzo y al final como oráculo revelado al espectador, y por Fabia, que ejerce de medianera entre personajes y entre escena y espectador, relatando lo que inevitablemente va a suceder a continuación. Menos comedia, aunque agradecido el espectador cuando aparecía por su luz y por el relajo, por el acertadísimo tratamiento humorístico de los personajes de Tello y Fabia (buen reflejo de otra celestina teatral).
Sí, es curioso, pero no es la primera vez que voy al teatro a ver una obra clásica y me encuentro con que los actores secundarios sobresalen muy por encima de los protagonistas: Rosa Manzano y Luis Miguel García están estupendos en sus papeles de alcahueta (Fabia) y criado (Tello). Sin embargo, los protagonistas Verónica Ronda (Inés) y Borja Zamorano (Don Alonso) se lucen bastante menos en sus interpretaciones que los anteriores. Inés correcta. Alonso soso. Claro, una, desde su mundo literario, se ha creado ya unas expectativas en torno al personaje del caballero de Olmedo y cuando lo ve tan “desaborío”, pues le decepciona.
El momento estéticamente más potente del espectáculo, sin duda, tiene lugar en la escena del pinar, cuando unas escobas repartidas por el escenario emulaban árboles y una tenue iluminación azul-blanco creaba una terrible y bellísima atmósfera de muerte.
Pues sí, ha estado bien.

El sueño de una noche de verano


SUEÑO DE MONTAJE



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EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
AUTOR: William Shakespeare
COMPAÑÍA: UR Teatro www.urteatro.com
DIRECCIÓN Y VERSIÓN: Helena Pimenta
INTÉRPRETES: José Tomé, Montse Díez, Celia Pérez, Jorge Muñoz, Jorge Lasanta, Ione Irazábal
ESCENOGRAFÍA: José Tomé
INCIDENCIAS: Patio del Colegio Fonseca, aire libre. Breve apagón de luces en el primer tercio de la representación. Aforo completo.
LUGAR: Noches del Fonseca, Salamanca. 24 de julio de 2009, 23:00.
En la cultura medieval se creía que el tres era un número que simboliza el movimiento continuo y la perfección. Tres niveles de acción plantea Shakespeare en esta comedia: los jóvenes atenienses, los cómicos, los habitantes del bosque. Tres formas de expresión escénica para cada nivel: teatro, clown, danza. Amor/desamor, humor, magia. Cada uno de los seis actores (otro número con implicaciones mágicas) interpreta tres papeles. Cada una de las tres actrices se identifica por un color primario: rojo, amarillo y azul. Tres paneles dobles conforman la escenografía. Y como el número tres, este montaje simboliza el movimiento continuo y la perfección: nunca había visto un Sueño tan bueno como este, no hay mejor versión española del Sueño.
UR Teatro repone este espectáculo por segunda vez (la primera en 1998) después de su primer estreno en 1993, premio Nacional de Teatro, y demuestra que su versión de hace 16 años está tan viva y fresca como entonces. El Sueño de una noche de verano supuso para la compañía la confirmación de un estilo inconfundible de hacer teatro: rítmico, ágil, comunicativo, limpio de movimientos, egos actorales menguados para potenciar el trabajo en grupo, con gran capacidad de evocación y cuya una de sus máximas es “menos es más”.
Helena Pimenta dirige con contundencia, conoce la esencia teatral y del teatro de Shakespeare, poda el texto, lo transforma, lo actualiza con un criterio muy claro y convincente. El montaje conjuga perfectamente los vibrantes momentos de poesía escénica, de plasticidad, con el choteo de los cómicos y su Píramo y Tisbe para lo que se vale de un diseño escenográfico (José Tomé) que es una gozada: la escenografía, el vestuario, el uso del espacio y la música caminan juntos para formar un todo con gran personalidad que parece que se distancia en ocasiones del texto original (¡pobres puristas!), lo traiciona para darse la vuelta y descubrir lo que de buen teatro tiene y lo cercano que está a la esencia shakesperiana.